Escribí en mi muñeca que el cielo es el límite.
A pesar de que llevo esa frase conmigo para siempre, la olvido
demasiado a menudo. Especialmente cuando alguien se va, o cuando se
rompe uno de mis sueños de cristal... entonces sólo sé dibujar caras
tristes en los trozos de papel, sólo hay pesimismo en cada poro de mi
piel.
Soñar a lo grande no
es algo malo, todo lo contrario, pero hay sueños tan grandes que cuesta
abarcarlos con los brazos. Agárrate fuerte y no los sueltes, porque
puede que un día las estrellas brillen para ti o que los planetas se
alineen, o que lo que quiera que haga que la suerte te bese la frente
entre en escena y te dé un empujoncito hacia el cielo.
Pero
no los dejes ir. Ni las personas ni los sueños, por orgullo o
desesperanza. No dejes ir lo que te hace feliz, lo que te da un motivo
para levantarte de la cama, salir y comerte éste mundo que a veces es
tan perro.
La tristeza se quedará tanto como le dejemos. Los sueños harán igual.
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